Mientras los tuits de @Acampadasol desaparecen poco a poco de los servidores de las oficinas de Elon Musk, pienso en cómo esta última oleada de bajas de su plataforma, tras el anuncio de The Guardian y La Vanguardia de abandonar Twitter/X, puede servir de pequeña victoria colectiva tras ver cómo Donald Trump arrasa en las elecciones de Estados Unidos, aupado por los GAFAM (acrónimo de Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft), aunque el foco se lo haya llevado todo Musk, que ya tiene un departamento prometido para él solo en el segundo mandato del Gobierno Trump.
El trasvase de cuentas de X a Bluesky, entre otras, confirma que, pese a la indignación frente al alimento de Musk a la extrema derecha y sus bulos en el viejo Twitter, no tenemos un horizonte alternativo muy ilusionante. La ganadora en esta nueva oleada ha sido una red social, Bluesky, que se ha levantado a base de fondos de inversores en capital riesgo y criptomonedas, y no hace falta narrar a dónde conduce eso, lo hemos vivido en muchas otras plataformas nacidas en el seno de Silicon Valley. La pregunta es, por ejemplo, cuánto tardarán en retomar la censura de contenidos sobre Palestina, como ya pasa en Google Discover, Tiktok, Facebook, Instagram y un largo etcétera.